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EL CHISME EN LA IGLESIA

El chisme es un pecado que parece caer en la “Tierra espiritual de nadie”, entre la pasividad y la vigilancia. Pero esto no debe ser así. El chisme es la granada explosiva que bombardea agujeros en toda la iglesia. Entiendo que cada vez que alguien chismea daña al menos 3 personas: el que habla, el que escucha, y del que se está chismeando. Añade a esto que por lo general el chisme no es algo de un solo momento, sino más bien implica múltiples conversaciones, y entonces podemos ver rápidamente cómo este es el engaño del diablo para beneficiarse de la desunión y proporcionar ganancias rápidas para aquellos que buscan satisfacer la carne.


El chisme es malo y en el fondo lo sabemos

Seamos honestos: sabemos lo que es el chisme. Es hablar de alguien de una manera que difame, deshonre, o que perjudique su carácter. A veces es sutil, como quejarse de alguien; otras veces es visible, como cuando criticamos sin consideración a una persona. Adicionalmente, a veces el contenido de lo que se dice es verdadero; otras veces no lo es. De cualquier manera, la persona que escucha no necesita saber la información, no se beneficia de ella. La mayoría de las veces no produce una acción; no van a ir y ayudar a la persona, sino que solo van a almacenar la información para su uso egoísta.

El chisme y sus primos (calumnias, lenguaje divisivo y lenguaje engañoso) son reprendidos duramente en las Escrituras (Sal. 101:5; Pr. 6:16-19, 11,13, 20:19; Tit. 3:2). En lugar de descuartizar a la gente con asesinatos verbales, debemos dar palabras de vida y de gracia (Ef. 4:29).

No creo que tenemos que convencer a la gente de qué es el chime, pero sí podemos crear conciencia de cómo se siente Dios al respecto y lo destructivo que es en la vida de la iglesia. Tenemos que saber qué hacer al respecto. Necesitamos saber cómo pararlo.



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